miércoles, 14 de diciembre de 2011

La luz del ciego

 
 
Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna. En determinado momento se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: -¿Qué haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Entonces, el ciego le responde: -Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi…No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan servirse de ella. Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno mismo y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no la necesite.

martes, 13 de diciembre de 2011

El Camión de Basura


La Ley del Camión de Basura
Me subí a un taxi rumbo a la Estación Central del Ferrocarril y cuando íbamos por el carril de la derecha, por poco nos estrellamos con un carro que así de repente y de la nada salió como bólido de donde estaba estacionado.
El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar a todo lo que daba, el taxi se derrapó y por un pelo de rana casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros.
Después de esto, el conductor del OTRO auto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventanilla comenzó a gritarnos una cantidad horrible de insultos y majaderías.
Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto.
Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al chofer de mi taxi que por qué se ponía a sonreír y saludar al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta enviarnos al hospital.
Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo “La Ley del Camión de Basura”.
Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? Sí, le dije, ¿y eso qué tiene que ver?
-Pues, así como esos camiones de basura existen, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura, frustración, rabia, y decepción. Tan pronto como la basura se les va acumulando necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja seguramente le vaciarían su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.

A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle.
Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película “El Sexto Sentido” decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.
Los buenos líderes saben que tienen que estar listos para su próxima reunión. Los buenos padres saben que tienen que recibir a sus hijos con besos y abrazos. Los líderes y los padres saben que tienen que estar física y mentalmente presentes y en su mejor estado para la gente que realmente es importante para ellos.
En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura absorban su día.

Consejos de un padre a un hijo…



Jackson Brown no es un gran pensador, ni un Nobel de literatura.
Es solo un hombre común, un padre preocupado por la felicidad de su hijo que quiso escribir estos simples ‘consejos’, al momento que este se iria a estudiar a la Universidad, lejos de su casa.
Su hijo decidio fotocopiarlos y los distribuyo entre sus compañeros de estudio.
Tuvieron tanto éxito, que una editorial le pidio autorización a Brown para editar un libro con ellos.
Poco tiempo después, ampliado bajo el titulo ‘Vivir Feliz’, se convirtio en un Best Seller que lleva decenas de ediciones y Millones de ejemplares traducidos a varios idiomas. 
Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
• Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
• Ten un buen equipo de música.
• Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tu eres debil y viceversa.
• Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.

• Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.

• Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solucion.
• Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
• Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresion.
• No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que esta perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
• Recuerda que se logra mas de las personas por medio del estimulo que del reproche (dile al debil que es fuerte y lo veras hacer fuerza).
• Animate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado.
• Nunca amenaces si no estas dispuesto a cumplir.
• Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo mas pesado.
• Has lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
• Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegara el momento en que ya no te dejara hacerlo.
• Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
• Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
• No hay nada mas dificil que responder a las preguntas de los necios.
• Aprende a compartir con los demás y descubre la alegria de ser util a tu projimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
• Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
• Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.
• Recuerda que el gran amor y el gran desafió incluyen también ‘el gran riesgo’.
• Nunca confundas riqueza con éxito.
• No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reirte de tus propios defectos.
• No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices
• Aunque tengas una posición holgada, has que tus hijos paguen parte de sus estudios.
• Has dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.
• Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
• No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
• No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
• Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de el.
• No confundas confort con felicidad.
• Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
• Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
• Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
• Aprende a distinguir quienes son tus amigos y quienes son tus enemigos.
• Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
• Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
• Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.

La gente mas feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo … simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en su camino

martes, 6 de diciembre de 2011

La caja de galletas

Una joven esperaba el embarque de su vuelo en un gran aeropuerto .....

Como tenía una larga espera ante sí, decidió comprarse un buen libro, y también se compró un paquete de galletas.

Se sentó lo más comodamente que pudo, y se puso tranquilamente a leer, dispuesta a pasar un buen rato de descanso.

Al lado de su asiento donde se encontraba el paquete de galletas, un hombre abrió una revista y se puso a leer.

Cuando ella cogió la primera galleta, el hombre también cogió una.
Ella se sintió irritada por este comportamiento, pero no dijo nada, contentándose con pensar :
“Que cara dura ! ”

Cada vez que ella cogía una galleta, el hombre hacía lo mismo.
Ella se iba enfadando cada vez más, pero no quería hacer un espectáculo.

Cuando solo quedaba una galleta, pensó: “Y ahora qué va a hacer este imbécil ?”
El hombre cogíó la última galleta, la partíó en dos y le dió la mitad.

Bueno, esto ya era demasiado ...
¡ Ella estaba muy enfadada !
En un arranque de genio, cogió su libro y sus cosas y salió disparada hacia la sala de embarque.

Cuando se sentó en su asiento del avión, abrió su bolso y ... con gran sorpresa descubrió su paquete de galletas intacto y cerrado !!!

¡ Se sintió tan mal !
No comprendía como se había podido equivocar...
Había olvidado que guardó su paquete de galletas en su bolso.

El hombre había compartido con ella sus galletas sin ningún problema, sin rencor, sin explicaciones de ningún tipo...

...mientras ella se había enfadado tanto, pensando que había tenido que compartir sus galletas con él.... y ahora ya no tenía ninguna posibilidad de explicarse ni de pedir excusas...

HAY COSAS QUE NO PODREMOS RECUPERAR NUNCA MÁS.......


Una
palabra....

..después de haberla dicho !

Una ocasión...

..... después de
haberla perdido! !

El tiempo...

...cuando ya ha pasado !

domingo, 30 de octubre de 2011

El verdadero Tesoro


El verdadero tesoro


La niña, alegre y de dorados rizos, estaba a punto de cumplir cinco años. Mientras esperaba a que su madre pagara en la caja del supermercado descubrió un collar de perlas blancas y relucientes en una caja rosada de metal. Rogó:
—¡Mamá! ¿Me las compras? ¡Por favor…!
Rápidamente, la madre echó un vistazo al reverso de la cajita. Luego, miró a la nena que le imploraba con sus ojitos azules y la cabeza vuelta hacia arriba, y le dijo:
—Un dólar noventa y cinco. Son casi dos dólares... Si quieres el collar, tendrás que ayudar más en casa. Así ahorrarás suficiente dinero para comprarlo. Tu cumpleaños será en una semana, y puede que tu abuela te dé un billete de un dólar.
Tan pronto como Jenny llegó a casa, vació su alcancía y contó las monedas: 17 centavos. Después de la cena, ayudó más de lo habitual. Luego fue a ver a su vecina la señora McJames, y se ofreció a arrancarle las malas hierbas del jardín por diez centavos. Y el día de su cumpleaños la abuela le dio un dólar. Por fin tenía suficiente dinero para comprar el collar.
A Jenny le encantaban las perlas. Se sentía elegante y como una niña grande. Se las ponía para ir a todas partes: a la iglesia, al jardín de infancia... no se desprendía de ellas ni para dormir. Solo se las quitaba para nadar o para darse un baño de burbujas, porque su madre le dijo que si se mojaba el collar, podría ponerle el cuello verde.
El papá de Jenny era muy cariñoso. Cada noche, cuando ella tenía que irse a la cama, él dejaba lo que estuviera haciendo, y subía al cuarto de ella a leerle un cuento. Una noche, al terminar de leerle, le preguntó:
—¿Me quieres?
—Claro, papá. Tú sabes que te quiero.
—Entonces dame las perlas.
—Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo dar a la Princesa, la yegua blanca de mi colección de caballitos. La que tiene la cola de color rosa. ¿Te acuerdas, papá? La que me regalaste. Es mi favorita.
—Está bien, mi cielo. Papá te quiere. Buenas noches.
Tras decir estas palabras, el papá se despidió dándole un breve beso en la mejilla.
Pasó cosa de una semana. Después de contarle un cuento, el papá de Jenny volvió a preguntarle:
—¿Me quieres?
—Sí, papá. Tú sabes que te quiero.
—Entonces dame las perlas.
—Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo dar mi muñeca, la nueva, la que me regalaron en mi cumpleaños. Es preciosa, y también te daré la frazada amarilla que hace juego con su camita.
—Está bien. Que sueñes con los angelitos. Papá te quiere.
Y, como siempre, le dio un tierno beso en la mejilla.
Unas cuantas noches más tarde, cuando llegó el papá, vio a Jenny sentada en la cama con las piernas cruzadas, al estilo indio. Al acercarse, notó que le temblaba el mentón y una lágrima silenciosa le rodaba por la mejilla.
—¿Qué te pasa, Jenny? ¿Qué tienes?
Jenny no dijo nada, pero levantó su diminuta mano en dirección a su padre. Cuando la abrió, allí estaba el pequeño collar de perlas. Le temblaron un poco los labios mientras, por fin, decía:
—Toma, papá. Te lo doy.
El amable papá, con los ojos llenos de lágrimas, alargó una mano para tomar el collar de bisutería, se metió la otra en el bolsillo y, extrayendo un estuche de terciopelo azul que contenía un collar de perlas auténticas, se lo entregó a Jenny. Lo tenía desde el principio. Solo esperaba a que ella le entregara el de bisutería para cambiárselo por un verdadero tesoro.
Nuestro Padre celestial hace de forma muy parecida.
Y tú, ¿a qué te aferras? «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». (Mateo 6:19-21,

ANTE LA TORMENTA

ANTE LA TORMENTA


Empezó a lloviznar y al poco rato los relámpagos iluminaban la ciudad entera haciendo parecer que amanecía.
Más adelante los truenos empezaron a oírse lejanos y finalmente la ciudad entera se sacudió en un ruido estrepitoso, pareciendo que la centella que zigzagueaba caería sobre nosotros.
¡Que espectáculo tan bello!
¡Que impotencia más absoluta se siente cuando se contempla la naturaleza!
Amaneció con un sol radiante y el cielo era tan azul que parecía que la tormenta hubiera lavado cuidadosamente el firmamento; era un día tranquilo, luminoso.
Esa hermosa mañana todos comentaban: "hace mucho que no veía rezar a tanta gente como anoche.
Era algo impresionante ver como oraban todas las personas ¡Que triste que necesitemos siempre en la vida de tormentas para hablarle al Padre!
Yo creo que también las tormentas del alma nos deben hacer elevar el alma a Dios.
¡ Cuántas veces somos víctimas de depresiones emocionales porque no le damos a nuestra alma el alimento de la oración!
¡ Que tremendas tormentas se desatan en el alma!
Esas son peores que las que vivimos en fenómenos atmosféricos.
Dentro de nosotros mismos tenemos las tormentas de odios, de envidias, de celos, son las centellas que destruyen la alegría de vivir.
La tormenta de esa noche me llevó a profunda meditación y me motivó a decirle:


"Señor, que no necesite mi existencia de tormentas para amarte que no necesite de centellas que me atemoricen para recurrir temeroso a Ti.
Que no sean necesarias las tinieblas para buscar tembloroso tu amorosa mano.
Que me percate de que únicamente junto a Ti puedo encontrar paz, alegría y entusiasmo...
Y que cuando me sacudan el alma las tormentas interiores, me refugie en la paz de tu amor."

La cinta azul

El curso acababa de terminar y la maestra quiso honrar a cada uno de los muchachos que iban a graduarse, hablándoles de la huella que cada uno le había dejado. Huella en ella y huella en la clase. Luego les presentó con una cinta azul en la que se leía en letras doradas: “Quién soy, deja huella”.

Terminada la ceremonia, la profesora les dio a cada uno de ellos tres cintas más, con la misión de que las fueran entregando a tres personas y, así, hacer un estudio del proyecto, en su comunidad.

Uno de los alumnos fue al despacho de un ejecutivo de una industria próxima y le premió con una cinta por haberle ayudado en la planificación de su carrera. Le colocó la cinta en la chaqueta, junto a su corazón y, a continuación, le dio dos cintas más, para que éste premiara a otras dos personas que hubieran sido importantes para él.

Ese mismo día el joven ejecutivo fue a ver a su jefe. Un hombre con reputación de amargado, antipático y huraño. Le dijo que le admiraba por poseer el genio creativo más grande que jamás conoció. El jefe, que no se relacionaba con ninguno de sus empleados más que profesionalmente, quedó muy sorprendido por el gesto. Jamás se hubiera esperado algo así de un joven del que, apenas, se había percatado. La cinta azul fue colocada en su pecho y el empleado le preguntó a su jefe si querría entregar la tercera cinta a alguien especial… 

El hombre aceptó.
Al llegar a su casa, se sentó con su hijo de 14 años y le dijo:

“Hoy me pasó algo increíble. Estaba en mi oficina y vino uno de mis empleados. Me dijo que me admiraba por ser un genio creativo, ¿te lo puedes creer?, y me puso esta cinta azul.
Me dio otra cinta  para que encontrara a alguien a quien premiar… Venía de camino a casa pensando en tan maña tarea y pensando y pensando...  te quiero premiar a ti…
Mis días son muy difíciles en el trabajo, tengo mucha tensión, te grito por traer malas notas o por tener desordenada tu habitación y, en ocasiones, no te presto la atención necesaria… Esta noche solo quería sentarme contigo para hacerte saber que tú me importas. Eres un gran muchacho, y junto con tu madre, la persona más importante de mi vida y te quiero”.



El joven sorprendido comenzó a sollozar. Su cuerpo entero comenzó a temblar... Un nudo se le formó en la garganta. Casi sin poder hablar miró a su padre y le dijo:

“Papá hace un rato subí a mi habitación y les escribí una carta a ti y a mamá. En ella les explicaba por qué me había quitado la vida y les pedía perdón por haberles causado ese dolor.
Iba a desaparecer porque pensaba que yo no les importaba… La carta está arriba pero, creo, que no la voy a necesitar ya…”.

El jefe volvió al trabajo con la lección de vida bien aprendida y desde ese día hizo saber a todos los que le rodeaban, lo importantes que eran para él y la importante huella que, cada uno, le habían dejado…

Por eso, hoy, les entrego a cada uno de los que estan ahí tres cintas azules… 



 Y un tema sobre el que pensar...